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Ambas acciones, la contracción y la distensión, son complementarias y deben ejercerse total y alternativamente. Sólo la distensión, o la relajación, permite la velocidad indispensable, el estado liviano para liberar la conciencia. Pero sólo la contracción permite transformar la energía adquirida en esta conquista en una fuerza que nos hace divinos. El cuerpo es le alma y el alma el cuerpo. El cuerpo también es Dios. La agilidad del cuerpo también supone la agilidad de la mente, facilita los desplazamientos espirituales y la preparación de la acción decisiva que permitirá establecer un nuevo acuerdo con nosotros mismos y el Dios que albergamos en nuestro interior. Además, este método de meditación reduce la aplicación de las fuerzas adversas que buscan impedir la unidad y la beatitud del meditante, manteniendo el cuerpo en un estado de reposo relativo pero de disponibilidad inmediata. Nada hacemos, todo lo podemos hacer. Nada tenemos, pero lo damos todo. La generosidad es la rubrica del alma en paz consigo misma, que da sin pedir nada a cambio.