La fuerza de reacción

No debería menospreciarse la reacción que se produce como consecuencia de toda acción. Con la debida práctica y ejercitamiento de la voluntad, podemos conseguir que la fuerza de reacción se convierta en un aliado, en una fuerza amiga del guerrero espiritual que busca conquistarse a sí mismo. Incluso el deportista conoce muy bien este principio que le permite catapultarse hacia delante en una salida de una carrera de velocidad mediante un potente impulso de sus piernas contra el suelo o bien pasar un obstáculo ejerciendo una breve y fuerte presión del pie sobre el suelo. De nuevo, el ejemplo del salto de altura nos recuerda la verdad sagrada que oculta lo profano, el verdadero salto nos lleva más allá de nosotros mismos del mismo modo que la fuerza de impulsión obtenida por la extensión de las piernas es superior al peso del propio cuerpo del atleta. Algo en nuestro interior es la semilla de donde crece algo más grande, más superior, completamente transcendental e inalcanzable, completamente espiritual, espíritu que todo lo retiene, todo lo ve y todo lo ama. Así es el salto de los humano a lo divino usando como palanca la fuerza de reacción.

La energía en el tiempo

La fuerza liberada en el curso de la acción mental es mucho más grande cuando la suspensión del espíritu se produce como en un largo apoyo, sin retención. Imaginemos las manos de un pianista virtuoso que se deslizan por las teclas del piano, de apoyo en apoyo, sin solución de continuidad, sin separación. La regla a seguir en la concentración y meditación es lograr una acción coordinada de los músculos, con ciclos de contracción y relajación, y según un orden lógico que va desde los más lentos a los más rápidos y del centro a las extremidades. La meta final es transmitir el todo en una dirección dada que abra la conciencia al mundo circundante y de ahí a los diferentes planos de vibración que envuelven la tierra.