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El Adversario ha conocido muchos nombres a lo largo de la historia, y no se trata simplemente del mal, las fuerzas del mal, el ángel caído o del Diablo, aunque popularmente se le haya nombrado así. Es un error. Una simplificación que envuelve el conocimiento en tinieblas, que desvía la atención del verdadero propósito del guerrero espiritual. Ante todo hemos de saber, has de saber, si me escuchas, que el Adversario eres tú mismo, esto es lo primero que ha de saber el iniciado, el que pretende liberarse de los velos que cubren al hombre. Tú y sólo tú eres el principal adversario y El Adversario. Si queremos llamarlo del algún modo un nombre más adecuado sería El Parásito, el parásito del Dios que hay en nosotros, que nos debilita la fuerza y nos impide ser los seres divinos que somos.

Así pues, El Adversario eres tú, pero le has dado tanta fuerza que se ha materializado fuera, que realmente existe como algo material, maligno, porque busca la desunión, la separación, el Odio en lugar del Amor. ¿Quién es El Adversario? – Muchas cosas, pero sobre todo El Juicio, valorarlo y menospreciarlo todo hasta que al final no creemos en nada. El Adversario odia las creencias, odia el Amor que profesan los creyentes al Señor y Dominador de todas las cosas, al General invisible de los guerreros en la tierra, que comparten con el cielo y la eternidad.

Otra pregunta frecuente de los iniciados es: ¿Acabará la lucha alguna vez? ¿Venceremos al adversario? ¿Podremos descansar? Sí, la respuesta es sí, todos los signos indican que El Adversario será derrotado y que nos liberaremos del Parásito de una vez por todas para siempre. Hay que estar preparados. No desfallecer. Amar. Sobre todo hay que amar y hacer crecer el Amor hasta que El Adversario se ahogue en su propio odio, hasta que dejemos de odiar. Está cerca. Llega. Llegará. Confiad y no perdáis las esperanza.